Pero cuanto más se aceleraba el tiempo, más miedo tenia ella. Y su corazón al descubierto, sin una manta, sin un papel, sin una taza de té. Nada.
Y cuando mas pasaban los días, más interrogantes se convertían en dudas obvias, al estilo francés. Y más dudas, y más miedos. Y más estupidez, con su único objetivo, confundirla, confundirme.
Nada que en ese cielo azul que se desnudaba ante sus ojos pudiera hacer algo, algo por ella, algo por mí. Costaba bajarse de las nubes, salir del mundo. Del mío. Un inmenso arcoiris y corazones flotando, canciones de amor y estupideces por el estilo.
Y más veía, y más quería. Y más soñaba. Mucho deseaba. Pero inmersa en la nada de las preguntas y pocas respuestas sus oídos se convertían en cera, de cera. Basta de escuchar, basta ya.
Era demasiada información cortada, fraccionada de la peor manera. Como para variar las cosas. Y así, ella estaba ansiosa, y temía por su frágil corazón de porcelana fría y caliente por dentro, y así seguía soñando estupideces, que faltaban bastante.
Todavía, faltaba para que llegara.
-M♪ca,ela.