martes, 5 de julio de 2011

Instantes (4)

Incluso se extrañaban en las tardes, en las noches, o en algún que otro café, cuando los amaneceres resultan ser más nacientes que cualquier rosa que se despierta y despliega sus pétalos con la luz del sol.

Los labios y un perfil de más, bonitos como pocos. En días así, se debe de saltar de cuerpo lleno al tuyo y no dejar marcas de cada beso que te acorralan, pero son tan desesperados que dan miedo. Es posible que en las noches de sueño, mientras dentro de ellos se encuentran sin que nadie lo sepa, no se distingan sus siluetas porque son una sola y las sombras se desvanecen en las noches de luna llena, cuando la melodía del viento los arropa y los deja disfrutar del placer del encuentro.

Y allí mismo, en los inquebrantables momentos destinados a las caricias y risas al oído, un susurro de un “te quiero” puebla las sabanas mezquinas y atolondradas que se caen o quedan enredadas. Es de lo más bello, porque todo sale del corazón, y el anhelo de libertad que tanto se desea lo consiguen cuando por fin sus ojos se encuentran en las paradójicas sintonizaciones que por las noches recorren horas.

Abre los ojos bruscamente y los sentidos se activan, y visualiza la hora. El sueño duro mucho más de lo esperado, y el cansancio era mortal. Pero esta era la realidad, la cama individual y cuerpos separados. Se levanta, se viste suavemente y sin hacer ruido lo cual es extraño, vive sola. Se calza las botas y se perfuma el cuello que deja al descubierto hasta que la chalina cubre su pecho, no vaya a ser que el frío le golpe indebidamente.

Pero antes de dar un paso hacia la puerta de salida de su habitación, se voltea viendo que su cama es un completo desastre, pero no le importa, ella se acerca y le besa la mejilla con suavidad, y sus labios dibujan una media sonrisa. Luego se va.

M♪camelí.