viernes, 15 de febrero de 2013

Diario de la lejana (26)


La lejana fue prudente.
A su alrededor se encontraba múltiples destellos de luz. Todos hablaban, le guiñaban un ojo. Otros la invitaban a salir y muchos la dejaban plantada. La lejana no era cualquier cosa. No era cualquier lejana en un puente. No era cualquier lejana en un puente llevando suave por su cuerpo un vestido rojo de seda y su abrigo de terciopelo por el invierno de Paris. 
A veces algún que otro apasionado se siente obnubilado por ella. La toma de los hombros y la besa explicando en cada caricia que no hay nadie como aquella en el puente con vestido rojo de seda. Así era. Sin embargo, siempre se terminaban yendo. A veces tuvo suerte la lejana y le rompían el corazón. Lo dejaban a su lado esparcido con sus mil cristales. Entonces en pleno invierno la lejana saboreaba cálidas y saldas lágrimas que jugaban en su rostro hasta dormirse en la comisura de sus labios pálidos. 

La lejana lo sabe. 
Entre tantos destellos de luz que pasan a su lado, algunos rozándole la cintura con la mano, otros incitándola a pequeños momentos de placer, sabe. 
La lejana sabe en lo más profundo de su espejo almico que hay un sol tras las nubes perfecto para ella. Aquel que se quede a su lado iluminando su vida, sin ser simplemente un destello. Aquel que la tome de los brazos, bese sus labios pálidos en el puente de Paris, se acerque a su oído y le susurre: Al fin llego a vos, te veía desde lejos. Desde siempre. Como no verte, con tu vestido de seda rojo. 

by: Nuné
(el arte es un estado del alma)