viernes, 17 de abril de 2015

Origami

Despeinada. La noche cae sobre Buenos Aires, estrellas que titilan al compás de vaya a saber que sonido, quizá uno que merodea por el universo, y a ellas se les da por bailar.
La brisa fresquísima entra por la ventana, naturalmente abierta, el colectivo donde iba parada tomaba una velocidad perfecta para pensar: “Ya debería estar en casa”. Hay una melodía que resuena desde algún lado, algo inconsciente, los párpados bajan y suben, respira suavemente el aire y una extraña armonía se posa sobre su cuerpo.
De repente un brazo pasa delante de sus ojos, dedos torpes pero decididos tratan de incrustar una flor de papel, un tulipán perfecto, un arte de origami, sobre la rendija de la ventana. Su ventana. Ella parpadea rápidamente detenida en mirar la flor mientras escuchaba una voz: “Es un arte ¿viste? A quien le guste la va a tener” le decía a otra persona.
Ella gira la cabeza a su derecha y observa a un joven parado a una distancia respetuosamente sutil para sonreírle y descubrir sus ojos azules. Vuelve a la misma posición de antes, respirando el aire de la ventana, naturalmente abierta, y por ese motivo, luego de unos minutos cae la flor a sus pies…
La toma con delicadeza, y se la da al joven:
-      -  ¿Te gusta la flor?
-      -   Si, mucho
-      -  Quedatela, es para vos
-      -  Gracias! Sos un artista! ¿Estudias algo de eso?
-      -  No no, pero la hice recién. Y ahora es tuya

Le sonrió y agradeció nuevamente. Ella lo entendía, ahora. Las estrellas bailan al compás de un sonido universal que merodea hasta en el más pequeño y remoto lugar. Pero lo que ellas no saben, y por eso brillan, es por los cambios y trasformaciones que se producen a sus alrededores. Aquí los humanos lo llamamos: sorpresas.   

Nuné

lunes, 6 de abril de 2015

Lago



Con la lluvia Marie se desliza por el sillón, se hunde en los brazos de terciopelo rojo, como aquellos labios y…

La ansiosa función ha llegado. Ahora sin previo aviso se quita trapos que la envuelven, se deja ir naufragando en aquel tormentoso y apasionado esfuerzo de la copiosa lluvia por ser. Querer ser uno junto a Marie. Desde otro horizonte, lejos, la observa, amándola secretamente. Pero ni la lluvia, ni Marie, ni aquel terciopelo rojo saben el poema completo.

Nuné

Templanza

Como quien por arte de magia despliega su elegante presencia, tan cerca. 
Se sonríen los amantes que en sueños se encuentran, le abraza besando su mejilla llena de una caricia que raspa y enamora. Los cuerpos se perciben de pies a cabeza. Una pequeña reverencia, se saludan. Hace tanto tiempo no se ven y sus rostros siguen jóvenes. Marie da media vuelta, decidida a irse, la detiene tomándola del brazo con suavidad: “¿cómo estás?” le pregunta inevitablemente. Se delatan en sus miradas tanta ansiedad. Él entrelaza su brazo con el de Marie, tomándola de la mano y uniendo sus dedos. Como si fueran la misma persona, tan solo que en diferentes cuerpos. Caminan así hasta que las bocas se encuentran, se superponen, se descubren y saborean descubriendo en mutuo acuerdo el sabor del simple amor. Las bocas juegan tibiamente y se confiesan. Se acarician, se miran y sueltan. Los amantes que en sueños se citan hablan palabras que faltan decir, sale el dolor de la garganta como un cúmulo de miedo que los espanta en la cotidiana vida, allí fluye cualquier emoción. Él debe irse. Marie desespera: “Espérame en el pasillo, no te vayas todavía.” Se encuentran en el túnel de salida, él pone su mejilla pero ella tomándolo entre sus manos, acerca su rostro y lo besa con el aterciopelado tacto característico de sus labios. Se sonríen, se despiden. Hay una puerta al final del pasillo.
Ella despierta.
Luego vuelve a despertar sin recordar un poema que soñó hace tiempo, o un sueño que volvió poema
.


Nuné