domingo, 7 de noviembre de 2010

Con ayuda de un experto, decirte que...

¿Quién los ve andar por la ciudad si todos están ciegos?
Todo mañana es la pizarra donde te invento y te dibujo, pronto a borrarte, así no eres, ni tampoco con ese pelo lacio, esa sonrisa. Esa sonrisa querida del recuerdo que se toma de la mano con colores sepia y recuerda con un andar nublado.
Hay una taza de leche, papeles, las once de la noche. Y yo con la poesía en la mano queriéndote expresar lo mucho que te extraño. Porque se dejan fluir por el vaivén de escudos que te protegen y me dejan verte de a ratitos. Tantitos momentos dulces.
Y si se da el encuentro tan esperado?. Se hablaran las palabras que se tienen que hablar cuando de casualidad y por causalidad a pasado un tiempo, y no fue en vano. Todo lo que precede es como los primeros momentos de un encuentro después de mucho tiempo: sonrisas, preguntas, lentos reajustes. “Es raro, me pareces menos morena que antes”. “¿Se mejoró por fin tu tía abuela?”
“No, no me gusta la cerveza”.
“Es verdad, me había olvidado.”

Y no pretendo más que tu poesía de la propia existencia, eso que te consume y te da algo tan superficial como tu personalidad. Pero eso solo será el principio, luego buscare tu verdadera esencia, esa alma, ese sol del medio, los abrazos perdidos. Y ahí, en ese instante, te cubriré con mis alas para cuidarte.
Pero no quiero que tengas una forma, que seas precisamente lo que viene detrás de tu mano, porque el agua, considera el agua, y los leones cuando se disuelven en el azúcar de la fábula, y los gestos, esa arquitectura de la nada, encendiendo sus lámparas a mitad del encuentro.
Busco tu suma, el borde de la copa donde el vino es también la luna y el espejo. Busco tus ojos en el viento, que todavía no saben que los míos los buscan con tantas delicadeza y precisión en cada esquina cuando cruzo la avenida que me separa del destino diario y rutinario.
Además te quiero, y hace tiempo.


-M♪ca,el.a