martes, 26 de julio de 2011

Más allá del tiempo.

Sucede que en aquellos tiempos, tiempos remotos en el que el amor era un pétalo de flor realmente apreciado, el más mínimo rose significaba la caricia más suave y única.

También las miradas, así se hablaban los corazones, los gestos, los labios temblorosos. Las manos se tomaban el saco y se apretaba, para contener tal emoción de verla.

Y ella ahí, situada en el espacio perfecto del salón, luce un vestido blanco tan simple y bello a la vez que todo lo que esta a su alrededor desaparece. Ellos quedan en el medio de aquel espacio que compartían. Y aún no se daban cuenta.

Entonces él ser acerca, silenciosamente pero con pasos firmes. Mientras sus piernas no se movían con facilidad, se iba aproximando a ella.

Se encuentran en un suspiro y sus miradas irradian tal reconocimiento del alma, que solo ellos se conocen en medio segundo. Entonces él hace una pequeña reverencia en forma de saludo, por supuesto, como antes sucedía. Y ella hace lo mismo, bajando la mirada, y luego vuelve a situarla en él.

La música a penas rosa su esencia, en cuanto él le pide que bailen esta pieza y ella accede, las manos se toman. El caballero la escolta hasta el centro del salón. Y bailan, y hablan en murmullos, y solo se limitan a mirarse, porque todo es tan grande y con tanta luz que los corazones le palpitan de manera tal que no pueden más que tartamudear.

Pero ella, tenia algo que la sacaba de lo común. Su forma de pensar, de expresarse. Y sin darse cuenta, prácticamente hablaba con sus ojos. Él, tan perfecto. Tal vez, tan él como siempre lo fue, estaba a su lado.

La hora de irse había llegado, se despiden con un ademán, y él la toma de la mano mientras ella se sube al carruaje. La dama no saca la vista de tan magníficos ojos, mientras este último camina y su mano se congela, sus ojos parpadean demasiado rápido, tratando de volver a la realidad. Pero todo resulta ser más fuerte de lo que cree, y se da vuelta, con tanta elegancia como solo su cuerpo se movía, y visualiza el carruaje alejándose y haciéndose cada vez más pequeño, hasta llegar al horizonte donde desaparece. Contemplando tal cuadro de perfecta armonía, suelta un suspiro, lo invade una media sonrisa, se da media vuelta nuevamente y camina a su castillo.

Nada menos que esos ojos para contemplar el atardecer, tal vez, el mundo entero.

By: Micaela