domingo, 26 de enero de 2014

Jugar al Cíclope (13)

La Lejana descubre a la Maga en ella misma, en lo visceralmente hablando. Ahora ya son tres, y la soledad la descubre por las noches tiñéndolas de puentes inconclusos y corazones que late en la boca del estómago, entre charquitos perfumados y …quizá, ¿Por qué no?
Bailan descubiertas en profundas aguas, insondables aves surcan su cintura y destierran los viejos acantilados…acantilados. Los silencios ensordecedores que aburren a la Lejana, en cambio, abruma el alma de la Maga…es decir ella misma en su cuerpo.
El puente, París, el Sena atravesándolo, dagas y oscuros peces, los olores falsos, las miradas clandestinas, las caricias de papel, el lenguaje de una lapicera marcada en la punta con una etiqueta rosa…La Lejana era el cuerpo de la Maga y…
Hastío, mimos, noche, deslumbrante clarividencia. La epifanía del vestido rojo, los amantes desencontrados, su pantalón verde agua, sus anteojos a la moda, su cuerpo marcado por besos ajenos, sus dientes blancos, el cabello tan claro, esos ojos…

La Maga se detiene, encierra al Cíclope entre sus cubicuelos de engranaje antiguo y bien disimulado…lo mira…lo mira, examinándolo desde sus pupilas, las pestañas tupidas, y de repente dos ojos…era el Cíclope. Dos ojos claros. Se animó cerquisima, sus respiraciones se mezclaban entre penumbra y una canción de amor que le cantaba la Maga vagamente al oído en silencio. Los ojos claros cambiantes como el clima, entre miel y nubes del cielo…la Maga vio reflejada a la Lejana, y tan cerca de ella al Cíclope.
Se vio reflejada. Y eso jamás lo había contemplado. Jamás.

Hasta ahora.  

By: Micaela Nuné Halacyan
(el arte es un estado del alma)