lunes, 3 de septiembre de 2012

Panacea universal


Me susurra al oído. A penas lo escucho. Luego, todo es escalofrío.

Las palabras se liberan como arte, cada letra sube en mí como un manantial de sensaciones. A veces me encuentro mirando al cielo con los ojos cerrados y sonriendo estúpidamente en medio de la avenida. Las almas pasan a mi lado como brisas embriagadoras de sueños y deseos que casi puedo percibir. Casi.
Después todo se resume en caminar y no es simplemente andar. El arte se me presenta constantemente, me toma de la mano, me besa el cuello, me guiña un ojo y me cuida. Me termina conquistando, sin que me de cuenta. Lo miro con melancolía y el arte absorbe esa bocanada de aire y la hace poesía. 
Me invita a mirar por entre las ramas de los arboles y jugar con el sol que se cuela entre ellas desapareciendo y apareciendo a la vez. El arte me mira, me sonríe y me besa la nariz tiernamente. Yo me dejo, porque en sus brazos hay una calidez que pocas veces siento. Últimamente pide cortado, me invita con una caricia a pedir lo que quiera, y yo pido lágrima. El arte lo sabia de antemano, pero me hago la desentendida. Paga siempre, el arte invita.
Me hace reír, me delata no puedo evitarlo. Me dejo ser de tal manera que soy una silueta trasparente y al arte se le empañan los ojos de alegría, creo que se esta enamorando de mi.
Bajo la mirada de vez en cuando, porque me penetran sus pupilas de pinturas abstractas y melodías infinitas de tal manera que me termina intimidando. Cuando el arte se percata de tal cosa, levanta mi mentón y suele besarme los labios, como esperando que lo vuelva a mirar. Pero yo insisto y bajo más la mirada.
Ayer a la noche no quería despedirse de mi, me abrazaba de la cintura y me susurraba al oído cosas que carecían de experiencia. Le confesé que era algo tan ilusorio como su propia expresión.
El arte me miro fijamente, me corrió el pelo de la cara y me confeso: soy parte de vos, aceptame.
Se entero que desconfío de mi misma. No se como. Se enteró. Creo que la lejana me delató. O tal vez fueron mis ojos. O tal vez fui toda yo.
El arte me sonrió tímidamente y sin que dijéramos nada, dormimos toda la noche.


By: Micaela.Halacyan

Diario de la lejana (17)

El universo no sospechara. Los pensamientos van a fluir, sin que ninguna energía entre allí.
Imposible, pero vale aclararlo. Me condiciona. Y sin embargo...

La lejana tomo ventaja del asunto, mantuvo firme la vista sin quitármela de encima. Me estudiaba, creo que ella lo supo antes de percatarme de su saber. La note tensa, y finalmente lo confesó.
Pequeños cristales húmedos descendieron por sus mejillas aterciopeladas. No sabia que hacer, cuando me atreví a suspirar resignada ella seco un cristal de su rostro y mascullo entre dientes: te prohíbo que suspires, me ha costado caro cada viento que liberas de tu cuerpo.
El sol seguía contagiándome renovación, y ella liberando cristales húmedos de sus ojos.
-Confía en mí.
La lejana me abrazó desesperada, me invito a caminar y nos tumbamos en el pasto. Yo la miraba como agradeciéndole y ella pidiéndome disculpas. O fue al revés?
Me confeso tanto que casi estalla por tanta cantidad de palabras exhibidas en el aire mismo que nos rodeaba. Los arboles fluían, bailaban, las hojas me acariciaban al caer. La lejana estaba abrumada, se levantó y antes de guardarse en mi le dije: sé que no es fácil, gracias por ser mi alma, desde siempre.

By: Micaela.Halacyan