Aparece, siempre es un descontrol. Me miras por aquellos
recovecos en los cuales siempre te escondes y aún, lejos, te sigues
escondiendo, en la forma más ínfima y etérea del abrazo que es aire, viento,
siempre se trasforma en poesía.
La perfecta inspiración de la lenta máquina del desamor, las
manos que no se toman, un poco más maduras, un poco más altos, o no. Miras al
cielo y ves ese cielo que también llega a mis ojos desteñidos, ilusionados.
Sientes el aire en tu piel y lo sabes también.
Quizá siempre es, fue y será. Buscar algo, y que toda la habitación
se revolucione, que tu nombre aparezca en el aire, que los papeles no los
encuentre. Acomodar, a veces, es perder cosas también. Quizá inconscientes,
siempre.
Entonces tu rostro, que ya lo conoces, que no te agrada en ocasiones,
miras tus arrugas jóvenes como la edad que surca tus poros, tu alma, la
historia de siempre, te miras al espejo y un fantasma atraviesa tu alma. Deja
deja deja. Basta de fantasmas.
Abre aquella ventana que tienes a tu lado, siempre a tu lado
mientras observas la otra ventana, la de mentira, con la que accedes a ese
mundo que nunca tocaste de verdad. Abre tu ventana, inspira aire nuevo, quítate
la camisa y deja que el fresco se cuele por tu ser, por el vello que es propio.
Siente.
Eso es renovación. Suelta las preguntas, las incomodas
pesadillas, déjalo fluir. Es como soltar papeles en el viento que al girar se trasforman
en hojas y renacen en árboles. Eso será tu oxígeno. Soltar, será tu oxígeno.
By: Nuné