jueves, 20 de febrero de 2014

La sonrisa de las mujeres

"El color azul oscuro del cielo cubría París como un trozo de terciopelo. Era poco antes de las seis, la lluvia iba cesando lentamente, y me apoyé algo cansada en el pretil del viejo puente y me quedé mirando el Sena con aire pensativo. Las farolas se reflejaban temblando y brillando en el agua oscura... algo mágico y delicado como todo lo bello.
...Apoyé la cabeza en la ventanilla del taxi, que en ese momento cruzaba el Sena, y observé el río, que brillaba con el sol. En el regazo, envuelto en papel de seda, llevaba el abrigo rojo. Bernadette, que me había invitado esa mañana a desayunar, me lo había regalado por mi cumpleaños. Aquel día había empezado de forma muy prometedora." 

"La sonrisa de las mujeres", escrita por Nicolas Barreau

Diario de la Lejana (50)

(2)
Cruzó. Era como si navegara sobre tierra el perfecto camino que alguna vez contempló en una simple fotografía. Era el puente que tanto había sucumbido con ella y tantas veces del cual se alejó, acompañada por viajas amigas, las siempre dulces Soledad y Miedo. Ellas siempre presentes.
Un día la Lejana las despachos de su casa, les agradeció amablemente por su amistad y sus servicios pero sentía que nada tenía que ver con su pasión por los puentes, así que la Lejana simplemente las acompaño a la puerta, las despidió.
Hasta hoy no volvieron…ni tocaron puerta, ni se asomaron por la ventana. La Lejana ruega que no vuelvan a pedirle tarritos de azúcar para el café. Su café. Pero retomando… la simple sensación de volar sobre ruedas y que el puente la besara por todos lados, como si mil manos la tomaran de la cintura y los brazos y las piernas y elevaran la sutil melodía del encuentro tan esperado entre una realidad que parecía utópica y una simple ciudad bien armada, con habitantes, almas y corazones como los que completaban a la Lejana.
Ya no era un sueño.
No parpadeó, miraba fascinada con la boca un poco entreabierta el río pasar por debajo del puente, era la armonía de la naturaleza y el corazón de la Lejana, tenia una felicidad tal que no entraba en ella misma, tan pequeña e inmensa a la vez, contemplaba la magnitud de algo tan…
La melancolía de querer besar sus labios de mármol y las uniones blancas, esa desesperada invitación a dejarlo todo y vivir en ese puente…abandonar París.
No, jamás abandonaría París. Sin embargo, este puente era diferente, tenia un perfume único entre dulce profundidad de alma y…se debía vivir el éxtasis de éste tan diferente.
La unión más perfecta, ella lo cruzó satisfecha, todo el cielo resplandecía de nubes y franjas celestes como ángeles escondidos jugando con ella a descubrir el logro que unía un viejo corazón hacia una tal Victoria.

La Lejana se limitaba a sonreír y que su centro latiera como quisiera.  

By: Micaela Nuné Halacyan
(el arte es un estado del alma)