Sucede en las esquinas, nadie lo nota, pero la brisa cada vez que roza tus ojos de mar, lagrimean un poco la melancolía de tu corazón.
Aurélie acaricia el Sena con sus ojos esperando una chispa de compasión
por aquel escenario que es como contemplar el paraíso desde un puente en Paris.
Tiene la nariz fría y los labios a penas brillan por el labial. Las manos
dentro del saco rojo y los pies un poco separados.
La cita estaba dada, solo quedaba suspirar un poco más rogando que
el corazón no decidiera salirse de lugar, alquilara un botecito y recorriera
contento el Sena impulsado por el viento frío del invierno que ensordecía las
almas tristes y recuperaba el calor en abrazos eternos.
Aurélie pensaba en la carta, el vaso de vino, la respiración en su
nuca delatándola, la petrificación personalizada cuando Pierre encontró sus
ojos en la multitud por primera vez. Faltaba solo unos minutos para la hora
programada.
Sus parpados bajaban y subían conforme sus sentimientos se
intensificaban con el paso del tiempo, sintió de repente un escalofrío que subía
por sus delgadas piernas y se acentuaba en su cintura, allí percibió la tibieza
que tanto había esperado. Las manos que la sujetaban eran aquel momento único.
-Mademoiselle, llegue
tarde? -susurro una voz familiar llena de esperanza
-Justo a tiempo -Aurélie se dio vuelta y solo encontrar aquellos
ojos delante de los suyos hacia que la vida adquiera sentido, color y por supuesto,
la perfecta armonía de un vals melodioso que sonaba desde el fondo de su alma
en medio de un puente en algún lugar de Paris.
By: Nuné Halacyan