viernes, 27 de mayo de 2011

Entorno.

El aire de la tarde se vuelve inestable. “Hay demasiado viento” piensa. No sabía exactamente que era. Que era?. Una princesa en otro tiempo, una reina?, no. Las reinas eran viejas. Las princesas les ganan en belleza y juventud. Aunque pocas les ganan en sabiduría. Creo que en este caso, había una excepción.

Los árboles revolotean, ella luce un vestido beige, un lazo color canela que le marca la cintura. Detalles minúsculos y brillosos, que al contacto con el sol resplandecían como diamantes pulidos.

Los árboles bailaban a un ritmo demasiado agitado para que aquella dama los siguiera con la mirada. La tarde se torno soleada, y allí al fondo del cielo, en lo que nadie llega a ver, el horizonte más alejado, algunas nubes teñían el cielo de gris perforando el tardecer más perfecto. Pero lo era.

Ella corre por pastizales y toda su esencia se mezcla en ellos. El viento despeina su peinado arrebatadoramente perfecto y la despeina, la vuelve única, su pelo queda suelto; y largo al compás de esa brisa veraniega sondea por el mismo espacio que ella compone con música de fondo que tararea mientras corre disfrutando el viento en sus mejillas.

“Estará?, se encontrara ahí?, llegará tarde?”

Sus manos acariciaban las flores que a su paso se despedían y mientras bajaba la colina su corazón se aceleraba. Su vestido flameaba como mil pétalos unidos y relucían su belleza con los matices del atardecer. Marrón, naranja, rojo, amarillo. Se funden y se vuelven uno para teñir el alma de la poesía.

Ella llega al destino, y reposa bajo un árbol. En su mano izquierda tiene almendras y las saborea entrecerrando los ojos esperando a que llegue.

“Han pasado setenta años, y sigo aquí sentada, bajo este árbol, esperando que llegues, que me encuentres, que nos encontremos como habíamos pactado. Me escuchas?, me escuchas desde el alma?. Si lo se, nos encontraremos por fin. No busques en otro lado, sigo aquí, bajo el árbol.”

M♪camelí.