Mientras la
música sonaba lenta y abrasadora, algo comenzó a decender por mi mejilla. Era
una pequeña caricia húmeda que nacía en mi ojo izquierdo y se desplazaba
silenciosamente por la parte superior de mi mejilla descendiendo poco a poco. La
sentía acariciarme la piel como una gota de seda que se expresaba a cada paso. Fue
a parar a mi cuello y allí se detuvo. En ningún momento le corte las alas.
Luego me
percate de que una compañera apareció y nacía por mi ojo derecho, con la misma
suavidad aterciopelada que la anterior pero vecina a esta. Me acaricio la
mejilla y descendía silenciosamente por el costado de mi nariz. Esta gota fue a
morir a mis labios curvándose en su interior dejándome solo un gusto salado. Me
quedó aquel gusto a mar que de vez en cuando experimenta mi cuerpo de arena.
By: Nuné Halacyan