jueves, 31 de marzo de 2016

Luna roja

Lluvia.
Pináculo.
Chispa.
Recuerdo.
Rojo.
Un glóbulo blanco.
La luna.
Extrañaba ese sabor a recuerdo
esa brisa molesta que afila los sentidos
esa silla en el balcón...
Y ahí estábamos.
Escuchando el atardecer,
el tránsito de la ciudad yéndose a dormir
nos acariciaba los pies, calmos, llenos de gloria.
La paz se anunciaba a cuchicheos
y el calefón interrumpía.
Un cigarrillo se encendía
y algunas neuronas se apagaban.
En ese instante la imaginación construye
un laberinto de aire y hollín.
La mente se escapa y nosotros quietos
casi inmóviles
nos dejamos atravesar por la realidad
que nos ablandaba los músculos de la cara
para avisarnos que no estamos solos.
Y ese instante se detiene.
La brisa no me tocaba,
la silla no rechinaba, 
el atardecer se enmudecía,
el transito se dormía
la paz se instalaba, 
el cigarrillo se apagaba
y las neuronas se miraban entre si.

En ese instante nos dimos cuenta,
un suspiro,
mi soledad y yo,
no estábamos solos. 


 Encontré esto. Con voz suave y melodía guitarra de fondo, nacida de a pocos entre tus dedos palabras dulces. Poesía, lo que más amo. Música. Guitarra. Suspiro. Respiración, un poco desafinada. Un audio. Limpieza de celular. Recuerdos que no están dormidos. Material de escritura. Tu poesía, acá. Solo por un ratito, llenando el ambiente, tu voz. 
Me estremezco al saber que realmente en algún momento de la existencia de este mundo fui inspiración, melodía, guitarra, poesía y parte de un eclipse. Parte de un cosmos compartido.
Gracias por eso.

Nuné