De a momentos, me dan ganas de tomarme el día. Tomarme el día
no solo de mis actividades, esas responsabilidades que van uniendo la vida con
momentos de placer y un poco de madrugada que pasa entre mate y mate susurrándome
un escritor al oído, como es la respiración de la yerba y me dejo ir en su voz
sutil, afrancesada, una seducción que traspasa el tiempo. De a momentos, si,
ganas de tomarme el día. Salís de este cuerpo tan sociedad, tierra,
aire, experiencia, dolor, silueta y caricias. De a momentos, tomarme el día y
dormir en ellas, en las palabras.
Levantarme de madrugada, pronunciar con soberana libertad lo
que quiera decir, describir sus tildes y una coma que me separa del mate lleno
de predicado que me conduce inevitablemente al sujeto que roza la silueta que
formo suavemente con la boca. Un S por ahí, una C que me delata y me besa
apasionadamente, una N relativamente exquisita y así me llaman. Una M tan
nombre propio y tan puente de a ratos. Una libertad soberana de vivir en la poesía,
de hacer el amor ahí misma, sobre los papeles en los que te escribo y sucumbir
en sus miles de tipografías, volviéndome así solo un elemento más de mis
deseos. Solo un instrumento de ello. De a momentos, tomarme el día y ganas de
vivir escribiendo.
Nada más.
Nuné