miércoles, 29 de junio de 2011

Desvíos.

Lo siento, anónimamente puedo jurarte que no te quiero como debería quererte, pues te quiero un poco más de lo que acostumbras a sentir de los demás.

Me declaro culpable ante tu brisa veraniega.

No le des importancia a nada de lo que leas, las personas creen que todo lo que escribo sobre el amor es porque me ha pasado, y si así a sido, todavía no lo fue en esta vida, al menos, no todas las cosas que he escrito.

Luego nos sentaremos a charlar sobre mis vidas pasadas, pero eso es otro tema, no nos desviemos.

No me leas y me tomes enserio a la vez, no todo lo que observas en mi ortografía necesariamente sale de circunstancias que me pasan día a día.

La noche pasada, escribí con los ojos cerrados, creo que alguien más escribe por mi, es de lo más divertido, tal vez te resurte aterrador, pero cuando afino mi mirada, veo mas allá de lo material mismo, de lo que se ve comúnmente.

Pasa lo mismo con mis dedos, les saco punta, afino sus cuerdas vocales, y hablan al compás de mis sentidos, con sensaciones tan profundas que todavía sigo preguntándome: de donde sale esto, las palabras y la exquisitez de ellas?.

No debe ser fácil entender palabras tales, pero lo son de las que te marcan en la vida, y una noche de soledad recuerdas alguna que otra frase mía.

Pero no he venido esta noche aquí para parlotear palabrerías escritas con faltas de hortográfya, solo pido que me expliques que significa esta nota que dejaste sobre el fregadero luego de desaparecer ciento cinco años:

“Y no tener que acordarme de este olvido que sube
para nada, para borrar del pizarrón tus muñequitos
y no dejarme más que una ventana sin estrellas.


M♪camelí.