miércoles, 26 de diciembre de 2012

Mil setecientos cincuenta y seis (1)


Pastizales dorados decoran el inmenso campo que se extiende en el horizonte cercado por el sol. Creo ver el atardecer que muere en sus colores y su pureza cálida. El viento comienza a soplar y por consecuencia, despeina el bucleado cabello de la princesa, la más joven de sus hermanas. El vestido en tonos beige y rosa claro son solo una prenda más que cubre su frágil cuerpo de mármol. La brisa hace bailar los pastizales dorados mientras ella baja la colina, camina hacia el horizonte teñido de un atardecer que muere en sus matices y la pureza cálida que abraza cada rincón del campo.
Las manos acarician a su paso toda vida natural que se cruce, inspira el aire cerrando los ojos y a penas sonriendo. Hay alguien acompañando sus pasos, el viento va contra su cuerpo, su vestido que es solo una prenda más y su cabello alborotado con sutiles rayos dorados, como los pastizales, como el sol que muere en su pureza cálida.
Puede verlo a su lado, percibe su aroma en cada espacio del atardecer que traspasa su cuerpo logrando que se trasluzca su alma. Al abrir los ojos, la joven princesa, la más joven de sus hermanas, sabe que esta siendo abrazada por aquella presencia  guiando sus pasos desde la eternidad. 
Allí la espera con dulzura, anhelando ser solo una luz y así poder ser parte, de nuevo, de un atardecer como aquel, que moría en un horizonte con matices irradiando pureza cálida.

By: Nuné.Halacyan
(el arte es un estado del alma)