domingo, 2 de diciembre de 2012

Le Moulin


Fue acercándose sigilosamente a la nuca de la jovencita sentada en el banco del parque en medio de Buenos Aires. Aquella miraba fijamente los árboles y sus hojas, la joven estaba realmente fascinada porque el viento que corría entre las hojas verdes hacia que estas últimas se movieran incansablemente. Al darles la luz del sol parecían mil manos aplaudiendo sin cesar, algo poco usual o no visto siempre. Ella sorprendentemente lo notaba entre las pocas almas que paseaban por allí, un día como ese, un día cualquiera.
No para su corazón palpitante.
Fue acercándose sigilosamente a la nuca de la jovencita sentada en el banco del parque, le tapó los ojos con sus manos y con el dedo meñique le acarició la nariz suavemente.
-Buuuuuu –susurró. Y su voz sonaba, por alguna extraña pero maravillosa razón, a ciertas melodías que causan escalofrío en todo el cuerpo. La joven sentada en el banco del parque en medio de Buenos Aires se limito a sonreír, respirando al compás del viento, tratando de no escuchar la música de su corazón que amenazaba con salir del cuerpo.
-Buuuuu –susurró la voz de poesía- Me pregunté mientras venia acá, ¿que hiciste conmigo, para no poder dormir bien en toda la noche, para estar dando vueltas y desordenar toda mi cama? Mis pobres sábanas no sabían como acomodarse a mi cuerpo, y yo no sabia como abrazarte al extrañarte terriblemente.
Sacó las manos de sus ojos y la luz inundo las pupilas de la joven. Las manos del susurrador descendieron por aquel rostro aterciopelado y se sitúo al lado de ella.
Eran dos almas que por fin, luego de tanto andar, se habían reencontrado en el Universo, el silencio era la perfecta melodía que los llenaba de caricias mientras los pájaros cantaban canciones ensayadas para la ocasión y las hojas aplaudían sin cesar.
Las miradas de ambos se recorrían todo el rostro del otro, contemplaban la más bella escultura, el cuadro más sofisticado. Se limitaron a sonreír.
-Hola –dijo ella en un susurro entrecerrando los ojos aspirando aquel perfume que se desprendía de él.
-Hola –le respondió acariciando su cara y sonriendo suavemente.  

By: Nuné Halacyan