lunes, 15 de octubre de 2012

Ossetia

-Y como dicen ahora..."venì para acá mamita que te hago de todo". Lo que se ve en este baile ya no pasa en la realidad por eso les cuesta bailarlo -sentenció con firmeza en la voz.
La lejana absorta en sus pensamientos entrecerró los ojos al escuchar tales palabras de su director de danza. Se sintió perturbada sabiendo que esas oraciones tenían plena relación con la realidad.

Los pies juntitos caminan al compás de la melodía oriental, si la conquista sale bien significa que los ojos de las damas siempre miraron al suelo con una leve sonrisa que muestra toda la sensualidad femenina. El taje blanco, impecable sensación de pureza, se mueve a penas mientras largas mangas hacen lo suyo balanceándose arriba y abajo.
El rostro firme y serio. Ojos decididos a encontrarla, el hombre no baja la mirada más bien la desafía a ella, aquel dulce objetivo oriental a que lo acepte. Los brazos firmes y delicados toman a la dulce dama que ahora se comunica con él bailando en perfecta posición. 
Así se hablan. Bailan. 
La danza en si desespera, porque solo es una coreografía prevaleciendo la figura de los cuerpos que se aman sin tocarse, a penas se rozan los brazos. 
Si solo lo miran como un espectáculo son simples movimientos ligeros. Si afinan la mirada del corazón verán en los rostros de los jóvenes el deseo de la espera y la recompensa bien ganada. Así se tiñe el amor, tejiendo un telar con esmero y confiando paso a paso.
Esta danza solo tiene un objetivo. Pero no lo delatara la lejana. 

Ella permaneció sentada. Desanimada, casi con la completa sensación de la soledad que poco a poco se entretejía por sus huesos, entonces lo recordó.

El objetivo es que él logre con toda su postura ganar el premio mayor. Que la dama vestida de blanco, con leve sonrisa que muestra toda la sensualidad femenina, y los pies juntitos caminando aferrada a la melodía le regale el honor de levantar sus parpados y mirarlo a los ojos.
Ese es le premio mayor. 


En estos tiempos eso no se estila.
Pero "estos tiempos" no son para todos iguales. 

La lejana sabia lo que sucedería luego, se levantó con una mueca simpática impregnada en el rostro apenas mostrando los dientes y comenzó a subir los parpados como dos abanicos impulsados por las olas del mar a mirar la vida.

By: Nuné Halacyan