Hay una nube negra que posa suave y turbulenta sobre
corazones aún dormidos, despertándose así de un soplo al oído, un susurro del más
allá. Una caricia delatora que en los altos muros observa. La sociedad, negra
nube porosa, absorbe de inmediato el inminente sentir descomunal y virginal de
la experimentación natural. Porque mil veces es más fácil empuñar el arma
contra el miedo, un humano, un igual, y mil veces más difícil despertar abrazándolos
en un absorber simultáneo, dejando el aliento como última salida del placer de
vivir. Una exótica forma de ser. Lúdica vida que se muestra tal cual es. Amar
en justa medida, sin que nada se detenga en el fluir del silencio que los
mantiene unidos, cerca, rozándose los labios, petrificándose en una penetración
de luces que se abren y muestran tal cual la luna los ilumina. Iluminados. La
era de la represión. La muerte que azota las calles y dos manos que se toman,
temerosas y libres. La fantasía. Lúdica vida que se posa sobre estas manos
blancas que escriben sobre un lienzo de papel y pintan la poesía del amor
escuchando el susurro del poeta que detrás del atril mueve ágilmente la
lapicera entre sus dedos finos, largos. Terciopelo. Aquella delicada forma de
expresar. Moverse en el agua como peces gemelos. Almas. Y entonces. Gemelas. Y así…entonces…almas.
Ver en ellos…gemelas. Ver sus rostros de sensibilidad ante la existencia. La
vida. Manos de hombres. Manos del arte. Había una vez…Sobre corazones aún
dormidos. Despertar.
Nuné
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[Gracias por dejarme una caricia al alma]