domingo, 24 de abril de 2011

De algún lejano rincón.

No hay aquí encrucijada acertada ni dejada de lado. Ni escritos ciertos, o mentiras verdaderas que traspasan las pantallas de mis dedos, mis pulgares, el ritmo y la melodía que se genera en la escritura incandescente de un relato que no puedo escribir, un sentimiento que no puedo escribir ni un deseo que quiero nombrar.

No hay tal cosa aquí, en mí, en realidad. Y si la hay es tan secreto, tan mío que hasta seduce a mis propios sentidos, tal es misterio de mi sentir, tal, que a simple viste es difícil decidir si irse, o quedarse a escucharme hablar palabras con sabores dulces y melancolías de decoración que adornan un mundo aparte, el cual puedo llegar a ser yo.

Entre enredos, como estos, de palabras complicadas, palabras inútiles que se hacen las grande y grandiosas, las elegantes y misteriosas se esconden la esencia que tanto tiempo se lleva tratando de entender. Vos o vos, o tal vez vos. O yo misma.

Y es tal, que divierte.

Nadie, y lo pido abiertamente, nadie trate de comprender mis escritos. Con que disfruten de ellos a simple vista, lo lean y se lleven sensaciones que no suelen ser cotidianas, es suficiente.

Si quieren acaso, entretenerse con un juego de palabras y sentimientos teñidos de los días que pasa una adolescente de diecisiete, casi dieciocho años, con un alma que tiene más de varios siglos de edad, disfruten el gozo de leer varias veces un relato tan mío como es tan de todo, tan típico, tan inusualmente complicado.

-M♪camelí.

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