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Cruzó. Era como si navegara sobre tierra el perfecto camino que alguna vez contempló en una simple fotografía. Era el puente que tanto había sucumbido con ella y tantas veces del cual se alejó, acompañada por viajas amigas, las siempre dulces Soledad y Miedo. Ellas siempre presentes.
Cruzó. Era como si navegara sobre tierra el perfecto camino que alguna vez contempló en una simple fotografía. Era el puente que tanto había sucumbido con ella y tantas veces del cual se alejó, acompañada por viajas amigas, las siempre dulces Soledad y Miedo. Ellas siempre presentes.
Un día la Lejana las despachos de su casa,
les agradeció amablemente por su amistad y sus servicios pero sentía que nada
tenía que ver con su pasión por los puentes, así que la Lejana simplemente las
acompaño a la puerta, las despidió.
Hasta hoy no volvieron…ni tocaron puerta,
ni se asomaron por la ventana. La Lejana ruega que no vuelvan a pedirle
tarritos de azúcar para el café. Su café. Pero retomando… la simple sensación de
volar sobre ruedas y que el puente la besara por todos lados, como si mil manos
la tomaran de la cintura y los brazos y las piernas y elevaran la sutil melodía
del encuentro tan esperado entre una realidad que parecía utópica y una simple
ciudad bien armada, con habitantes, almas y corazones como los que completaban
a la Lejana.
Ya no era un sueño.
No parpadeó, miraba fascinada con la boca
un poco entreabierta el río pasar por debajo del puente, era la armonía de la
naturaleza y el corazón de la Lejana, tenia una felicidad tal que no entraba en
ella misma, tan pequeña e inmensa a la vez, contemplaba la magnitud de algo tan…
La melancolía de querer besar sus labios de
mármol y las uniones blancas, esa desesperada invitación a dejarlo todo y vivir
en ese puente…abandonar París.
No, jamás abandonaría París. Sin embargo,
este puente era diferente, tenia un perfume único entre dulce profundidad de
alma y…se debía vivir el éxtasis de éste tan diferente.
La unión más perfecta, ella lo cruzó
satisfecha, todo el cielo resplandecía de nubes y franjas celestes como ángeles
escondidos jugando con ella a descubrir el logro que unía un viejo corazón
hacia una tal Victoria.
La Lejana se limitaba a sonreír y que su
centro latiera como quisiera.
By: Micaela Nuné Halacyan
(el arte es un estado del alma)
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